Dos ciudades en una, un río con su propio vals, un puente con cadenas y un Parlamento con estampa de cine componen el perfil más reconocible de Budapest. Pero solo es la primera capa de una ciudad con una historia apasionante que hay que rebobinar hasta sus inicios como modesto asentamiento celta. Romanos, mongoles y otomanos pasaron por ella y la zarandearon con batallas y saqueos hasta que unificó las dos orillas del Danubio y avanzó hacia un siglo XIX próspero en el que vivió buenos años como la segunda capital del Imperio Austrohúngaro.
sábado, 28 de septiembre de 2013
BUDAPEST.
Dos ciudades en una, un río con su propio vals, un puente con cadenas y un Parlamento con estampa de cine componen el perfil más reconocible de Budapest. Pero solo es la primera capa de una ciudad con una historia apasionante que hay que rebobinar hasta sus inicios como modesto asentamiento celta. Romanos, mongoles y otomanos pasaron por ella y la zarandearon con batallas y saqueos hasta que unificó las dos orillas del Danubio y avanzó hacia un siglo XIX próspero en el que vivió buenos años como la segunda capital del Imperio Austrohúngaro.
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