Sentarse frente a Javier Lozano no
es hacerlo con un jugador, que lo
fue, ni ante un entrenador, que
también lo fue, ni frente a un presidente,
que lo es. Realmente es
como abrir un manual, recitado en
voz baja, con pausas en las que ordena
y sistematiza las experiencias
para ofrecer conclusiones. Es un
sofista en su sentido primigenio,
no en el de los charlatanes, sino en
el que acuño la inteligencia práctica
de los clásicos. Toda una base
empírica cargada de riesgos, «por
ensayo de error», como explica,
que pudo llevar a cabo en pistas
alejadas de los focos, en un fútbol
sin hierba ni colores, y en el que
dejó una cultura del éxito que sobrevive
a los personajes. Cuando le
pidieron que exportara la fórmula,
topó con los líderes que no entienden
el verdadero liderazgo: «El
cargo da poder, pero sólo el conocimiento
ofrece autoridad».
–Este quinto título europeo de la
selección es la continuación de lo
que usted empezó.
–Excepto Fernandao, al que convencí
de que debía nacionalizarse,
todos los demás debutaron conmigo.
Hasta el propio entrenador es
un antiguo pupilo. Son mis hijos.
Se ha puesto serio para decirlo,
porque hay orgullo y hay gratitud,
ya que como nuevo presidente de
la Liga Nacional de Fútbol Sala
(LNFS) sabe que no hay mejor
promoción que los éxitos de España,
una selección que fue, en realidad,
su «laboratorio».
–Explíquelo.
–La dinámica de grupo, la inteligencia
emocional, el disfrute del
riesgo, hacer sentir al jugador que
es más importante de lo que realmente
cree... Todo eso lo descubrimos
nosotros hace ya años. Podíamos
hacer todos los experimentos,
porque no teníamos la vigilancia
exterior que padece el fútbol. Con
el primer título mundial, en Guatemala
en 2000, ahuyentamos todos
los complejos atávicos que arrastraba
el deporte español. Habíamos
ganado al dios del fútbol sala,
a Brasil. La autoestima nos disparó
y, poco a poco, hicimos de la victoria
algo corporativo, el objetivo
para el que se trabaja en común
desde cualquier detalle. Si eso sucede,
un futbolista entiende, por
ejemplo, que no puede salir a una
rueda de prensa con gorra...»
A Lozano se le entiende todo,
pero no se aprecia rencor alguno
cuando habla de sus pasos por la
selección o el Madrid, donde cree
que sus métodos habrían calado
con un poco más de tiempo. Recuerda
un Camacho minucioso,
distinto intramuros al de su imagen,
y que se lo llevó al Mundial de
Corea y Japón, porque aseguraba
que un campeón del mundo siempre
tiene algo que aportar. Lo mismo
dice Lozano cuando un joven
conocido saluda a este periodista
en la sede de la LNFS: «Éste, con
su estética antiglobalización, seguro
que nos ofrece cosas distintas».
Al llegar, mandó pintar lo primero,
y reorientó los recursos: más
promoción exterior ymenos burocracia.
Ya pasó un duro stage como
gestor al frente de la Ciudad del Fútbol
de Las Rozas: «Preveían entre
cuatro y seis millones de euros en
pérdidas al año. El primero tuvimos
un déficit de 9.000 euros y, al siguiente,
beneficios». «El fútbol tiene
que ir a la universidad –añade–. Nosotros
vamos a crear programas de
formación para nuestros profesionales
y, de hecho, ya nos están haciendo
un curso ad hoc, donde habrá
economía,marketing, protocolo, inversión,
nuevas tecnologías... todo
dirigido al management».
–Suena muy profesional.
–Es que lo somos, aunque seamos
un deporte muy desconocido, porque
siempre nos ha faltado una ventana
para contarlo. Tenemos seleccionadores
españoles en cuatro países,
una veintena de técnicos en el
extranjero, somos ponentes en el
mundo empresarial... En el fútbol
sala siempre ha habido más libros
que playstation.
Espera que esa ventana sean las
retransmisiones de Veo7, que ya
ofreció la Supercopa y, a partir del
próximo fin de semana, continuará
con la Liga, que se reemprende tras
el paréntesis del Europeo. «Tenemos
un nicho, nuestros fundamentalistas.
En macrocifras, nuestro share no es
nada, pero para una TDT es muy
importante. Por eso creo que el nuevo
mapa que habrá tras el apagón
nos beneficia. El acuerdo con Veo7
va más allá de dar un partido en la
tele. Queremos que trasladen nuestra
identidad, que es lo que somos, y
no sólo nuestra imagen, que es como
nos ven».
–Qué tiene el fútbol sala de fútbol?
–En su lógica interna, es otro deporte.
El tipo de esfuerzo no tiene
nada que ver. Para nosotros es
anaeróbico, con fatiga y mínima recuperación.
No hay esperas, porque
tampoco hay líneas como tales. Los
espacios no existen, todo es explosividad,
presión,movimiento...
No ha acabado la frase, porque
quería hacer una comparación que,
finalmente, no puede reprimir: «Ves
fútbol sala y ves al Barça, a uno o
dos toques. A fin de cuentas lo de
decidir en espacios pequeños ya lo
inventó Cruyff».
–Valero Rivera dice que al balonmano
le ha faltado un Madrid-Barcelona.
¿También al fútbol sala?
–Ciertamente, nos falta llegar a las
pasiones ocultas, ese punto de emotividad
que da una camiseta y que
hace que se abracen un empresario
y un fontanero. Por eso el fútbol es lo
más democratizador, porque hace
gozar y sufrir a todos por igual.
DELMUNDO.es
Z Número 89: Javier Lozano
Acceda
es hacerlo con un jugador, que lo
fue, ni ante un entrenador, que
también lo fue, ni frente a un presidente,
que lo es. Realmente es
como abrir un manual, recitado en
voz baja, con pausas en las que ordena
y sistematiza las experiencias
para ofrecer conclusiones. Es un
sofista en su sentido primigenio,
no en el de los charlatanes, sino en
el que acuño la inteligencia práctica
de los clásicos. Toda una base
empírica cargada de riesgos, «por
ensayo de error», como explica,
que pudo llevar a cabo en pistas
alejadas de los focos, en un fútbol
sin hierba ni colores, y en el que
dejó una cultura del éxito que sobrevive
a los personajes. Cuando le
pidieron que exportara la fórmula,
topó con los líderes que no entienden
el verdadero liderazgo: «El
cargo da poder, pero sólo el conocimiento
ofrece autoridad».
–Este quinto título europeo de la
selección es la continuación de lo
que usted empezó.
–Excepto Fernandao, al que convencí
de que debía nacionalizarse,
todos los demás debutaron conmigo.
Hasta el propio entrenador es
un antiguo pupilo. Son mis hijos.
Se ha puesto serio para decirlo,
porque hay orgullo y hay gratitud,
ya que como nuevo presidente de
la Liga Nacional de Fútbol Sala
(LNFS) sabe que no hay mejor
promoción que los éxitos de España,
una selección que fue, en realidad,
su «laboratorio».
–Explíquelo.
–La dinámica de grupo, la inteligencia
emocional, el disfrute del
riesgo, hacer sentir al jugador que
es más importante de lo que realmente
cree... Todo eso lo descubrimos
nosotros hace ya años. Podíamos
hacer todos los experimentos,
porque no teníamos la vigilancia
exterior que padece el fútbol. Con
el primer título mundial, en Guatemala
en 2000, ahuyentamos todos
los complejos atávicos que arrastraba
el deporte español. Habíamos
ganado al dios del fútbol sala,
a Brasil. La autoestima nos disparó
y, poco a poco, hicimos de la victoria
algo corporativo, el objetivo
para el que se trabaja en común
desde cualquier detalle. Si eso sucede,
un futbolista entiende, por
ejemplo, que no puede salir a una
rueda de prensa con gorra...»
A Lozano se le entiende todo,
pero no se aprecia rencor alguno
cuando habla de sus pasos por la
selección o el Madrid, donde cree
que sus métodos habrían calado
con un poco más de tiempo. Recuerda
un Camacho minucioso,
distinto intramuros al de su imagen,
y que se lo llevó al Mundial de
Corea y Japón, porque aseguraba
que un campeón del mundo siempre
tiene algo que aportar. Lo mismo
dice Lozano cuando un joven
conocido saluda a este periodista
en la sede de la LNFS: «Éste, con
su estética antiglobalización, seguro
que nos ofrece cosas distintas».
Al llegar, mandó pintar lo primero,
y reorientó los recursos: más
promoción exterior ymenos burocracia.
Ya pasó un duro stage como
gestor al frente de la Ciudad del Fútbol
de Las Rozas: «Preveían entre
cuatro y seis millones de euros en
pérdidas al año. El primero tuvimos
un déficit de 9.000 euros y, al siguiente,
beneficios». «El fútbol tiene
que ir a la universidad –añade–. Nosotros
vamos a crear programas de
formación para nuestros profesionales
y, de hecho, ya nos están haciendo
un curso ad hoc, donde habrá
economía,marketing, protocolo, inversión,
nuevas tecnologías... todo
dirigido al management».
–Suena muy profesional.
–Es que lo somos, aunque seamos
un deporte muy desconocido, porque
siempre nos ha faltado una ventana
para contarlo. Tenemos seleccionadores
españoles en cuatro países,
una veintena de técnicos en el
extranjero, somos ponentes en el
mundo empresarial... En el fútbol
sala siempre ha habido más libros
que playstation.
Espera que esa ventana sean las
retransmisiones de Veo7, que ya
ofreció la Supercopa y, a partir del
próximo fin de semana, continuará
con la Liga, que se reemprende tras
el paréntesis del Europeo. «Tenemos
un nicho, nuestros fundamentalistas.
En macrocifras, nuestro share no es
nada, pero para una TDT es muy
importante. Por eso creo que el nuevo
mapa que habrá tras el apagón
nos beneficia. El acuerdo con Veo7
va más allá de dar un partido en la
tele. Queremos que trasladen nuestra
identidad, que es lo que somos, y
no sólo nuestra imagen, que es como
nos ven».
–Qué tiene el fútbol sala de fútbol?
–En su lógica interna, es otro deporte.
El tipo de esfuerzo no tiene
nada que ver. Para nosotros es
anaeróbico, con fatiga y mínima recuperación.
No hay esperas, porque
tampoco hay líneas como tales. Los
espacios no existen, todo es explosividad,
presión,movimiento...
No ha acabado la frase, porque
quería hacer una comparación que,
finalmente, no puede reprimir: «Ves
fútbol sala y ves al Barça, a uno o
dos toques. A fin de cuentas lo de
decidir en espacios pequeños ya lo
inventó Cruyff».
–Valero Rivera dice que al balonmano
le ha faltado un Madrid-Barcelona.
¿También al fútbol sala?
–Ciertamente, nos falta llegar a las
pasiones ocultas, ese punto de emotividad
que da una camiseta y que
hace que se abracen un empresario
y un fontanero. Por eso el fútbol es lo
más democratizador, porque hace
gozar y sufrir a todos por igual.
DELMUNDO.es
Z Número 89: Javier Lozano
Acceda
No hay comentarios:
Publicar un comentario